La pedagogía intercultural o la gestión educativa de la diversidad cultural

El volumen que hoy tenemos la suerte y el privilegio de ofrecer al escrutinio público de educadores y de quienes, en general, se interesan en la exploración sosegada de cuestiones que afectan al ser individual y colectivo de las personas, es el resultado de una inveterada vocación universitaria hacia el estudio de las condiciones y/o factores susceptibles de contribuir, en y desde la educación, al desarrollo de la democracia, en tanto que sus patrones axiológicos son indisociables del respeto a derechos y deberes de una ciudadanía que se define por la plural representación de sus marcos de vida en todo aquello que, de un modo u otro, tiene que ver con esquemas de orientación social, cultural, familiar y religiosa. Lo cual facilita el reconocimiento de la transculturalidad como una constante existencial, aquí y ahora, conllevando la reciente y muy oportuna caracterización de la educación como motor transcultural.

Se trata de una entrega editorial que, para el caso y la hodierna coyuntura, de la que nos sentimos partícipes activos y comprometidos, apenas responde al cánon convencional de una aportación académica al uso de una temática con mayúsculo recorrido epistémico en la ciencia social y, por descontado, en la que es propia de la educación como factum optimizador de lo humano.

La sucesión de contribuciones que ahora reunimos, con afán selectivo en una trayectoria de indagación mucho más dilatada al respecto (cfr. Santos Rego y Lorenzo Moledo, 2012), es la expresión de una modulación sintética de puntos focales entorno al estratégico vínculo entre educación y diversidad cultural, y cuyo olvido o marginación curricular en cualquier nivel o modalidad del sistema educativo, y más allá del mismo, sería poco razonable o, directamente, una muestra de irresponsabilidad. Naturalmente, podríamos decir, no están todos los que son, pero sí son los que aquí alineamos al servicio de quien desee aprovechar su lectura para sacar provecho de sus bondades teóricas o, por el contrario, señalar carencias en la perspectiva de análisis o en el despliegue empírico de preguntas y problemas de investigación.

A la par que pedagógico, el propósito de la obra es también político (resulta irónico tener que recordar aún hoy que la educación es siempre política), pues no en vano sabemos que la mejor pragmática de la convivencia, y del consecuente desarrollo que la propicia, pasa por la claridad normativa, éticamente anclada en lo común del encuentro entre sujetos y grupos de variado origen y/o filiación cultural. No obstante, lo que decimos recomienda hacer explícita la convicción de que todo, o casi todo, dependerá del modo en que tales postulados cívicos orienten e influyan vías inequívocas de formación y sensibilización en instancias e instituciones sociales y comunitarias.